sábado, 13 de noviembre de 2010

Mentiras


Me susurró palabras al oído que, hasta entonces, habían sido para mí extrañas.
Me dijo que me amaba.
Que siempre, siempre estaría conmigo.
A mi lado
para ayudarme.
Y que jamás dejaría de quererme.
¡Ja! Me río ahora de sus palabras.
Si... ahora.
Pero antes no.
"Yo también te amo" le respondía.
Ilusa.
Crédula.
...idiota.

Después del susurro siempre me acariciaba la mejilla
y nos mirábamos a los ojos.
Y yo me perdía en sus ojos verdes y encontraba el paraíso.
Tras esto, rozaba mis labios con sus dedos y luego me mordía.
Pero no era brusco; era la delicadeza personificada.
Luego, yo cerraba los ojos y me dejaba llevar.

Cuando acabábamos, siempre se quedaba boca arriba, sudando y jadeando.
Y yo, igual que él, abrazándole y dejando caer mi cabeza en su pecho.
Sonriendo
y sin podérmelo creer.
Finalmente nos dormíamos y soñábamos el uno con el otro.

Maravilloso, ¿cierto?
Bien, hoy hace un año de la última vez.
Y ahora él ni siquiera recuerda que existo, que me amó, que yo le amaba
que nos faltaban las palabras para describir lo que sentíamos.
Me ha olvidado,
y ni siquiera tengo el privilegio de ser su pasado.

Pero él es mi pasado, mi presente y mi futuro.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Viento


LLegué demasiado temprano.
De hecho, llegué tres horas antes. ¿Qué iba a hacer hasta entonces?
Caminé hasta el parque más cercano y me senté en la hierba, entre los árboles, junto a una pequeña fuente seca ya.
Y abrí mi libro.
Pero no podía leer, estaba demasiado nerviosa.
No había dormido, no había comido. No había hablado desde entonces.
Cerré el libro, lo guardé, y me limité a observar el movimiento de los árboles, de sus hojas, y a escuchar el sonido del viento.
Es curioso cómo a veces parece que habla.
Que susurra.
¿Sabéis qué me decía? Ánimo, Lira.
Tu y yo somos casi el mismo ser.
Yo soy música y tú... tu llevas melodía hasta en tu nombre.
Seamos uno, al menos por esta vez.
Y empecé a cantar.

"Allá donde se acaban las aguas
y caen en la fuente.
Allá donde el tiempo no existe
y todo parece durar por siempre..."


Me callé.
El viento me imitó, y también dejó de hablar.
Porque ahí estaba ella.

Ni siquiera me miró a los ojos.
Se limitó a caminar deprisa hasta donde yo estaba - mi corazón latía a mil por hora- y entonces...
me entregó una nota.
Y luego se marchó.
No me dijo adiós, y yo tampoco me despedí de ella.

Miré embobada cómo se alejaba, probablemente para no verla nunca más.
Y entonces, sólo entonces, reaccioné y leí la nota.

Han pasado ya dos noches.
Y aún sigo en el mismo parque, entre los mismos árboles, junto a la misma fuente.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Realidad


¡Si yo de verdad creo en eso!
¡Creo en ellos! ¡En todos ellos!
¿Entonces? ¿Cual es el problema?
Es evidente: que nadie más cree.
Que parece que estoy loca, majareta.
Y... bueno, a lo mejor lo estoy, no lo sé.
Yo ya no se nada.
Débil, eres débil.
¿Débil? ¿Por qué?
Porque te dejas guiar por la mayoría.
Si tú tienes claro lo que piensas, no debería importarte lo que los demás crean o dejen de creer.

Lo sé, y tienes razón.
Pero deseo tan fervientemente encontrar a alguien que piense igual que yo...
¿Y ella?
Ella no sé lo que piensa.
Su mente es negra, no tiene ningún color, todo está oscuro ahí dentro.
LLévale luz.
Y luego, seguro que esa luz te será devuelta.

viernes, 5 de noviembre de 2010

La pequeña caja azul


El secreto está guardado, y de ahí no va a salir.
Está en la pequeña caja azul.
¿Fácil de abrir, dices? Inténtalo, si puedes.
No es difícil, tan solo tienes que levantar la tapa, y allí está.
El mayor de los tesoros.
Brillando.
Ignorante de su valía.
De su importancia vital.
Viviendo, como cualquier otro ser vivo.
Pero... es diferente. No se parece en nada a los demás.
Yo lo sé.
Y tú también lo sabes.
Puede que incluso ella lo haya soñado alguna vez.
Y algún día...
despertará.
Y empezará una nueva era.
Más bella.
Mejor.
Y yo no estaré aquí para verlo...
Pero tú sí, mi niña.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Monika


-No soy guapa -dijo Monika.
Monika Szreder tenía razón.
No, Monika no era fea. Simplemente no era guapa. Era la quintaesencia de la falta de belleza, irradiaba una falta de belleza capaz de contaminar todo lo que hubiera podido embellecer a cualquier otra, incluso a la muchacha más fea del mundo. De alguna forma incomprensible, un conglomerado de rasgos que en sí mismos eran atractivos, agradables, incluso hasta hermosos, en el caso de Monika se convertían en indeterminados, desagradables e insípidos.