jueves, 20 de mayo de 2010
Reflexiones 1
Algunos, he oído, sueñan con que no haya un final.
Que no haya un final...
Yo creo que no entienden la magnitud de sus palabras.
Si no hay final, ¿para qué plantarse objetivos?
Al no tener límite, pierdes tus metas, porque estarás siempre intentando alcanzarlas, y lo pierdes todo...
Sin embargo, ahora pienso en el final.
Y me aterra. Aunque supongo que eso es lo que da ganas de vivir, ¿no? saber que tienes que aprovecharlo todo al máximo porque nuestra vida se apagará algún día.
Y aunque me aterre, tengo que estar dispuesta a aceptarlo.
Lo que pasa es que hay veces que, a causa del miedo, me vengo abajo en lugar de disfrutar de eso que me hace feliz, de aquellos a los que más quiero.
Aquellos que son, precisamente, los que hacen que mi vida tenga sentido.
Y sucede que algúnos días, como éste, son maravillosos.
Días en los que no pienso en ello. Aunque siga teniendo miedo, y supongo que nos pasará a todos o a la mayoría, lo escondo, y no sale hasta haber pasado un tiempo considerable.
Y pasa que, cuando me vengo abajo y creo que nunca podré volver a subir, me acuerdo de aquellos días y así, poco a poco, voy alcanzando la superficie de nuevo.
Por eso, he llegado a una conclusión: y es que la felicidad se compone de aquellos momentos en los que estás tan concentrado en algo bueno, tan eufórico, que no puedes pensar en nada más, porque ni siquiera te lo planteas. Sois ese momento y tu.
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Quizás la felicidad solo se presente cuando nos embriaga únicamente el amor propio... Cuando nos absorbe de tal manera que no podemos ver más.
ResponderEliminarSupongo que la felicidad será diferente para cada uno, y claro está que se puede vivir e interpretar de muchas maneras.
ResponderEliminarMuchas gracias x entrar y leer la entrada y, sobretodo, x dejar el comentario =D