viernes, 12 de noviembre de 2010

Viento


LLegué demasiado temprano.
De hecho, llegué tres horas antes. ¿Qué iba a hacer hasta entonces?
Caminé hasta el parque más cercano y me senté en la hierba, entre los árboles, junto a una pequeña fuente seca ya.
Y abrí mi libro.
Pero no podía leer, estaba demasiado nerviosa.
No había dormido, no había comido. No había hablado desde entonces.
Cerré el libro, lo guardé, y me limité a observar el movimiento de los árboles, de sus hojas, y a escuchar el sonido del viento.
Es curioso cómo a veces parece que habla.
Que susurra.
¿Sabéis qué me decía? Ánimo, Lira.
Tu y yo somos casi el mismo ser.
Yo soy música y tú... tu llevas melodía hasta en tu nombre.
Seamos uno, al menos por esta vez.
Y empecé a cantar.

"Allá donde se acaban las aguas
y caen en la fuente.
Allá donde el tiempo no existe
y todo parece durar por siempre..."


Me callé.
El viento me imitó, y también dejó de hablar.
Porque ahí estaba ella.

Ni siquiera me miró a los ojos.
Se limitó a caminar deprisa hasta donde yo estaba - mi corazón latía a mil por hora- y entonces...
me entregó una nota.
Y luego se marchó.
No me dijo adiós, y yo tampoco me despedí de ella.

Miré embobada cómo se alejaba, probablemente para no verla nunca más.
Y entonces, sólo entonces, reaccioné y leí la nota.

Han pasado ya dos noches.
Y aún sigo en el mismo parque, entre los mismos árboles, junto a la misma fuente.

2 comentarios:

  1. Cada nota seduce, te atrapa y engaña para simplemente hacerte llegar al final, que sabes desde el principio cual será pero que no quieres llegar a el porque tal vez no soportarías la verdad, porque tal vez aun podría haber esperanza...
    Tal vez sea la esperanza lo que atrapa al lector...

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